jueves, 30 de julio de 2009







Cerebro autista
Inspirados por los recientes hallazgos sobre el desarrollo del cerebro animal antes y después del nacimiento, algunos científicos están presentando nuevas y sugestivas teorías para explicar el autismo, una misteriosa anormalidad del cerebro que impide que los niños desarrollen habilidades sociales y cognitivas normales. Mediante el estudio de la anatomía de cerebros autistas, los investigadores quieren descubrir en qué fase del desarrollo y en qué zona del cerebro se produce la compleja interacción de genes y causas medioambientales que provoca la enfermedad. Entretanto, estudian también los circuitos cerebrales que dan lugar a las características más humanas, como el lenguaje, la empatía y la conciencia de que los demás tienen creencias y deseos diferentes de los propios.
En el autismo aparece dañado todo un circuito cerebral, según David G. Amaral, neurocientífico de la Universidad de California en Davis (EE UU). Los investigadores acaban de empezar a estudiar cómo interactúan dinámicamente las diferentes regiones cerebrales para dar lugar a dichos circuitos, lo que pone al autismo en el punto de mira de la neurociencia moderna. El autismo afecta a muchos aspectos de la conducta humana, como el movimiento, la atención, el aprendizaje, la memoria, el lenguaje, el carácter y la interacción social. Se puede detectar en los movimientos de bebés que se dan la vuelta, se sientan, gatean y andan de forma extrañamente descoordinada. A los 18 meses, un autista no señala, no comparte la atención con otros, ni sigue las expresiones de otras personas. A los 2 o 3 años, los niños autistas presentan una profunda falta de respuesta hacia los demás. Muchos no hablan; por el contrario, pueden embarcarse en rituales, como agitar los brazos, que estimulan su cuerpo. Les disgusta cualquier cambio. Los síntomas del autismo varían de leves a graves, con lo que la verdadera incidencia de la enfermedad es difícil de evaluar, según Marie Bristol-Power, coordinadora de la investigación sobre autismo que se está llevando a cabo en el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano de EE UU.
El autismo clásico en su forma más grave, que provoca retraso mental, se da en uno de cada 1.000 nacimientos. Si se incluyen formas más leves de autismo como el síndrome de Aspberger, la incidencia es de uno de cada 500. La característica común en todos los niños con autismo es una falta de relación social.
Hace 50 años los investigadores creían que el autismo estaba causado por madres frías y padres débiles y ausentes. Hoy, los científicos centran la atención en los genes.
En el caso de los gemelos idénticos, si uno padece autismo, hay un 90% de probabilidades de que el segundo también lo padezca. Según Bennett Leventhal, director de psiquiatría infantil de la Universidad de Chicago, al autismo contribuyen cinco o seis genes. Hasta el momento, los estudios sobre hermanos autistas indican que estos genes se encuentran en los cromosomas 7, 13 y 15, aunque su función todavía no se conoce.

Tras el nacimiento, diversos genes comienzan a crear conexiones mientras que otros provocan la muerte de las células en una danza dinámica de crecimiento y reducción. Pero el crecimiento y la elaboración del sistema nervioso es un proceso continuo y si se produce un trastorno grave al comienzo, todo el desarrollo posterior se puede ver perturbado. La cuestión es cuándo y dónde.
Patricia M. Rodier, embrióloga de la Universidad de Rochester cree que el fallo cerebral en el autismo se produce entre los días 20 y 24 de la gestación, antes de que la mujer sepa que está embarazada. Y tiene pruebas de que genes encargados de establecer estructuras corporales y cerebrales básicas, denominados genes hox, están mutados en el autismo.
Margaret L. Banman, neuróloga en la Facultad de Medicina de Harvard, considera que el defecto puede producirse antes de la mitad del segundo trimestre de embarazo. Basa esta teoría en su extenso conocimiento sobre cómo y cuándo se conectan ciertos circuitos. Afirma que algunas células se pueden "perder" sólo si el defecto tiene lugar en la mitad del desarrollo del feto.
Pero Eric Courchesne, neurocientífico de la Universidad de California en San Diego, explica que el problema podría también producirse después de que el bebé naciese. En octubre, los investigadores detectaron el defecto genético específico de un trastorno, el síndrome de Rett, que en algún momento se diagnosticó equivocadamente como autismo. Los niños nacen y se desarrollan normalmente hasta una edad aproximada comprendida entre los 6 y los 24 meses, cuando un gen que reprime otros genes no consigue la eficacia necesaria.
Como consecuencia, los otros genes no pasan a la acción y los niños dejan de crecer, se retuercen las manos y padecen retraso mental. Courchesne y otros investigadores creen que en el autismo se puede dar un proceso similar.
Como otros investigadores, a los científicos que estudian el autismo les impresionaron enormemente los recientes descubrimientos de que el cerebro humano continúa produciendo nuevas células cerebrales, y no sólo nuevas conexiones, como se pensaba anteriormente, hasta bien entrada la edad adulta. Un científico incluso tiene pruebas de que el número de neuronas humanas se dobla entre el nacimiento y los seis años.
De ser esto cierto, según Courchesne, el cerebro infantil estaría todavía experimentando un gran proceso de construcción creado por la interacción de genes y entorno. Según este científico, es posible que las alteraciones de esta construcción diesen lugar al autismo.
Nancy J. Mishew, psiquiatra de la Universidad de Pittsburgh, sostiene que según algunos investigadores, esta teoría se ve respaldada por el hecho de que la cuarta parte de los niños autistas parecen normales hasta los 14-22 meses y después experimentan la aparición repentina de los síntomas autistas.
La aparición puede estar provocada por un fallo en el funcionamiento de uno o más genes. O podría dispararse por algún factor ambiental que interactuase con el niño genéticamente vulnerable.
Bauman y sus colaboradores llevan estudiando desde 1983 tejido cerebral obtenido de autopsias de autistas. Aunque grandes porciones de los 11 cerebros que han estudiado parecen normales, en general son más grandes y pesados que la mayoría. Y lo que es más importante, presentan anomalías en tres regiones relacionadas con la conducta social (lóbulos frontales, sistema límbico y cerebelo). Según Amaral, los síntomas del autismo se pueden asociar a problemas en cada una de estas regiones.”[1]
Neuroquímica
La serotonina y la dopamina son los principales neurotransmisores investigados en el autismo, en 1961 Shaim y Freed detectaron un alto incremento en los niveles periféricos de serotonina, resultado que fue comprobado para 1985, la serotonina es el principal regulador el apetito, temperatura, humor, sueño y secreción hormonal.
La sintomologia del autismo se da en los primeros tres años de vida, concluyendo así la serotonérgica (regula la depresión) de la corteza cerebral.
Neuroanatómicos
Los estudios a cerebros postmortem han demostrado numerosas alteraciones en el cerebro autista tales como: disminución y perdida de células granulares (Un tipo de célula de tamaño pequeño que está distribuida en múltiples sitios y que envía axones hacia la superficie del cerebro y no hacia el interior donde está la materia blanca. Esto le permite propagar de ida y de vuelta impulsos con la superficie cortical. Se llama capa granular del cerebelo una capa rica en estas neuronas) y de neuronas de los núcleos profundos cerebelosos, así como alteraciones en el sistema de la densidad de las pequeñas neironas del hipocampo, la amígdala, los cuerpos mamilares, la corteza del cíngulo y del septum.
La afiliación del hipocampo y de la amígdala que son estructuras fundamentales en los procesos de aprendizaje y en la regulación del humor, lo que explicaría claramente la sintomatología del autismo en el nacimiento.
Los cambios de estas estructuras y del cerebelo significaran mucho para el desarrollo de los primeros seis meses del embarazo, coincidiendo con el fenómeno de la migración de las neuronas desde la capa ventricular hasta su final ubicación en la corteza cerebral.
Las infecciones y procesos anóxicos producidos dentro de este periodo de desarrollo modifican los conductos de célula a célula y parte del reconocimiento de las neuronas que regulan la proteína las cuales son esenciales para su migración y crecimiento saludable.
La amígdala es aquella que regula los impulsos, las emociones y lo hace manteniendo conexiones con la corteza pre-frontal y con el hipotálamo; esta estimulación eléctrica produce agresividad tanto en el humano como en el mono, y la destrucción produce apatía y desinterés por el medio.
La importancia de esta estructura produce un aislamiento social incapaz de poder mantener relaciones e incapacidad para responder de forma apropiada a la mímica y gesto de los compañeros del mismo grupo social.
Las neuronas espejo juegan un papel primordial, según investigadores estas neuronas son la que desarrollan los conocimientos y la comunicación, ya que con ellas nosotros los N.T. podemos reproducir como un espejo lo que hemos visto tanto sonidos, movimientos, e incluso formas de actuar, por el contrario, los autistas tienen una incapacidad de poder utilizar estas neuronas haciéndolos esforzarse por entender el significado, provocando un aprendizaje lento y retardado.
“Se ha descubierto el primer gen común en el autismo que podría estar presente en, aproximadamente, el 15% de los casos de trastorno del espectro autista (TEA) de la población. Este hallazgo demuestra que los factores genéticos desempeñan un papel importante en este tipo de trastornos.
Para identificar los factores genéticos comunes en el desorden del espectro autista, los autores de este trabajo, publicado en la revista Nature, estudiaron el genoma de 780 familias (3.101 sujetos) con niños afectados con este desorden, y se comparó con el de 1.204 sujetos afectados y 6.491 sujetos control. Los resultados muestran la participación de moléculas de adhesión a neuronas en la patogénesis del TEA. La mayoría de los genes que han sido identificados en este estudio están implicados en las sinapsis. Aunque esta variante genética es común en la población en general, los resultados muestran que se encuentra con más frecuencia (en aproximadamente el 20%) en niños con autismo.”
[1] http://www.elpais.com/articulo/sociedad/AUTISMO/Nuevas/teorias/autismo/elpepisoc/20000125elpepisoc_20/Tes/

1 comentario:

  1. Me gusta en general, tiene buena información e imagenes lo que nO me gustó es que no jugaste más con los colores...

    PerO bien =D

    ResponderEliminar